Iba a titularlo "De Teruel a Oropesa del mar: Una odisea" pero tampoco es para tanto.
Empecé a pensar en una aventura cuando me dí cuenta de que el día que tenía previsto viajar (el lunes, 10 de Julio -lunes de vaquillas-), Teruel estaría en plena fiesta por lo que tampoco me extrañaría que ese día lo tomasen como festivo y no circulase el tren. No se me ocurrió otra cosa que molestar a uno de mis amigos para que lo consultase porque la estación de Teruel no tiene teléfono ¿Le queda algún servicio?. Mi amigo Antonio salió a pasear con su esposa y me aclaró la duda que tenía. También me advirtió de que, por tratarse de esa fecha, el tren iría completo por lo que, si quería viajar ese día, debía sacar el billete cuanto antes. Le hice caso y reservé los billetes por teléfono llamando a uno que sale en la página de internet.
Llegó el día 10 y comenzó la aventura ya en Utrillas antes de salir el autobús. El conductor me comentó que ese día los autobuses tenían prohibido circular por el interior de la ciudad por lo que me dejaría en la rotonda que hay nada más entrar a Teruel, donde Mercadona.
Yo pasé todo el viaje pensando en qué ruta sería la mejor para llegar a la estación porque no sabía qué calles estarían cortadas por la fiesta. La solución me llegó nada más bajar del autobús, vi a un señor que había salido a pasear con su perro y le pregunté; él, antes de responderme, quiso saber si conocía Teruel, yo le dije que sí pero que no sabía qué calles estarían cortadas por la fiesta y me sugirió que lo mejor sería ir por la plaza del torico, luego podría usar el ascensor para bajar la escalinata; yo me extrañé de que me lo nombrara porque supuse que estaría cerrado durante los días de la "vaquilla".
Antes de llegar a la calle San Miguel, por la que pensaba subir hacia la plaza del torico, me crucé con una amiga. Ella me confirmó que los ascensores estaban cerrados durante las fiestas. Llegué a la plaza y allí me encontré a los empleados del ayuntamiento haciendo limpieza. Le pregunté a uno de ellos por dónde podría pasar mojándome lo menos posible y él apartó la manguera para que pasase.
Una vez en el Óvalo, me dispuse a bajar la escalinata. Por suerte, los jardines no estaban tan invadidos como esperaba y pronto llegué a la estación. Allí, como suponía había comenzado la invasión de jóvenes valencianos de ambos sexos. Yo, después de convalidar mis billetes, salí al bar de al lado porque necesitaba ir al baño y todavía no habían abierto los de la estación. Como esperaba, allí había unos cuantos almorzando.
Algunas vistas de Oropesa del Mar, de la playa de la Concha, del puerto y de la Torre de la Corda (Se llamaba así porque para entrar a la misma se accedía a la puerta trepando por una cuerda).
Cuando volví a la estación ya la habían abierto al público y prácticamente nos habían invadido los valencianos. Cuando llegó el tren casi lo llenaban. Tengo que decir que no vi a nadie con "poca sed", sí que abundaban los que estaban faltos de sueño.
Mi asiento estaba ocupado pero, en la fila de detrás había uno libre que ocupé yo (Tampoco valía la pena mover al que ocupaba el mío si se podía solucionar así). Junto a mí había una joven muy guapa que debía estar agotada y sólo la escuché cuando se disculpaba conmigo las tres o cuatro veces que, producto del sueño, se le inclinaba la cabeza y la apoyaba en mi hombro.
El comportamiento de esta moza (Todo el viaje durmiendo) fue la tónica general de todo el vagón, creo que fui el único que todo el tiempo estuvo despierto.
Llegamos a Sagunto casi puntuales, casi. Como me advirtió la empleada que me vendió los billetes de ida, había cinco minutos de margen con uno que pasaba por Oropesa y podía ocurrir que, si el tren que venía de Teruel se retrasaba, podía perderlo por lo que me sugería que lo cogiese para el siguiente. Por lo visto, debía ser más frecuente de lo que nos dice la publicidad por lo que acerté siguiendo el consejo de esta mujer.
Tuve que esperar hasta cerca de las tres pero valió la pena. El viaje desde Sagunto a Oropesa fue de todo menos aburrido. Cuando subí al tren había un grupo de jóvenes (Chicos y chicas) de alrededor de veinte años, quizá alguno de cerca de treinta. En total eran nueve pero el grupo con el que estaba yo lo componían cuatro chicos y una chica de alrededor de veinticinco. Eran todos muy educados. Habían quedado con un grupo de Castellón en Alcalá de Chivert. La moza era muy guapa pero cuando hablaba, su simpatía hacía olvidar su belleza. Pronto me dieron pie a entrar en conversación con ellos y no lo desaproveché, Recuerdo que hablaron algo de mi edad y yo les dije: "No he nacido así; antes de llegar a está edad también he pasado por la vuestra pero, como no existía internet, no queda constancia de las tonterías que hacíamos, supongo que parecidas a las que hacéis vosotros."
Como algunos de ellos iban a Castellón por primera vez, de vez en cuando comentaban cuánto les faltaba para llegar hasta que les dije: "No os preocupéis tanto, cuando me baje yo os quedarán dos paradas".
Se lo dijeron a sus compañeros. Yo les conté algo sobre los lugares por los que pasábamos.
Lo pasé muy bien. No recuerdo los años que hacía que no me divertía tanto en un viaje. Tampoco los jóvenes se lo estaban pasando mal.
Hasta que no llegué a Oropesa no me di cuenta de lo que había echado de menos sus playas.
Del viaje de vuelta no hay mucho que contar... Si me llego a fiar del empleado de Renfe, hubiese perdido el tren. Me dijo que el tren llegaba a las 7:43 y, sin embargo, llegó antes de las siete. Por suerte había dormido poco y a las 6:50' ya estaba en la estación.
En Benicasim subieron unas chicas que debían venir de una discoteca porque una de ellas estaba bien bebida, las otras estaban normales y una de ellas estuvo todo el viaje pendiente de su compañera para que se bajara en la estación correcta (Intentaba bajarse en todas).
A partir de Sagunto apenas había seis u ocho personas en el vagón.
Bueno, a esperar al año próximo.
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