Al principio dudábamos de que saliesen suficientes personas interesadas para poder hacerlo; ¡¡gentes de poca fe!! Llegada la fecha, fue necesario poner dos autobuses.
Por fin llegó el esperado día 29 de abril.
Uno de los autobuses salió de Montalbán y recogería a los viajeros de Cortes de Aragón y Muniesa y entraría al área de servicio de Sobradiel donde se incorporarían más personas. El otro recogió en Cuevas de Almudén a los viajeros de la Val de Jarque y de Villarroya de los Pinares; luego nos recogió a los de Utrillas.
El madrugón fue de órdago porque teníamos que llegar a comer a Gijón así que había que estar allí antes de las dos y media.
Salimos de Utrillas a las cinco; con lluvia, por supuesto, como se venía anunciando toda la semana; la primera parte del viaje, hasta el área de servicio de Logroño (la de la foto), donde llegamos a las 8:30' h, casi todos los pasajeros fueron durmiendo.
Allí estuvimos cincuenta minutos por necesidades del autobús; luego ya no se durmió nadie. Yo comencé a mirar hacia el Camino esperando ver algún peregrino; vi una pareja cuando pasando el puente que lleva a Navarrete. ¡Navarrete! desde que pasé la primera vez haciendo el Camino no lo olvido; no olvido el aroma a pimientos fritos que había por todo el pueblo: en la planta baja de todas las casas estaban friendo, por eso el olor lo impregnaba todo; ni olvido, por supuesto, el recibimiento que nos hicieron en el bar del pueblo cuyo dueño había estado en Andorra (invitado por Andrés -presidente de la Asociación de Amigos de los Caminos de Santiago San Macario, de Andorra- cuando estuvo aquí de hospitalero voluntario) y conocía a más de la mitad del grupo.
El viaje transcurrió sin incidencias dignas de mención; aún tuve ocasión de ver algunos peregrinos más hasta que cogimos la autopista del Cantábrico; yo iba con muchas ganas de ver el mar y no tardaron en verse algunas vistas magníficas.
Allí se montó un pequeño barullo porque era autoservicio y había que coger la mesa antes para no tener que buscar sitio una vez cogida la comida; la comida estaba buena, bien cocinada, con bastante variedad y a la temperatura adecuada según el menú.
Después de comer, la mayoría subieron a las habitaciones; había algunos que querían descansar, al menos un rato, para recuperar el sueño perdido.
Yo me dije que no había ido a Gijón para quedarme en el hotel así que pregunté por dónde se iba a la playa del Arbeyal (ya había mirado por Google Earth la distribución de las playas y el recorrido que tenía que hacer); la recepcionista, muy amable como todo el personal del hotel, me dio un plano de la ciudad y las indicaciones precisas para no perderme; mi programa era: llegar a la playa del Arbeyal y seguir en dirección a la de Poniente a la que llegaría después de pasar por el acuario (que también quería visitar).
En poco más de diez minutos estaba en la playa; había poca gente porque, aunque hacía sol, el aire era un tanto incómodo; algunos jóvenes con monopatines y otros con cometas.
En poco más de diez minutos estaba en la playa; había poca gente porque, aunque hacía sol, el aire era un tanto incómodo; algunos jóvenes con monopatines y otros con cometas.
De aquí seguí en dirección a la playa de Poniente; pronto nos aprenderíamos este recorrido, incluso de noche; sobre todo de noche.
Poco antes de llegar, a la izquierda, está el acuario; a esas horas había poca gente por lo que pude verlo bien tranquilo; no faltó la típica escena de padres mal educados que enseñan al crío a meter la mano en el estanque para ver si puede tocar a los peces, pero esta vez los pilló el guarda.
Hice muchas fotos pero casi todas me salían con los peces en movimiento; no había manera de que se estuviesen quietos.
Cuando salí (en la visita empleé algo más de una hora) seguí playa adelante hacia el centro de Gijón; el paseo fue muy agradable; como hacía buena tarde estaba muy concurrido; la gente muy amable.
Poco antes de llegar, a la izquierda, está el acuario; a esas horas había poca gente por lo que pude verlo bien tranquilo; no faltó la típica escena de padres mal educados que enseñan al crío a meter la mano en el estanque para ver si puede tocar a los peces, pero esta vez los pilló el guarda.
Hice muchas fotos pero casi todas me salían con los peces en movimiento; no había manera de que se estuviesen quietos.
Cuando salí (en la visita empleé algo más de una hora) seguí playa adelante hacia el centro de Gijón; el paseo fue muy agradable; como hacía buena tarde estaba muy concurrido; la gente muy amable.
Al final de la playa se llega a la zona vieja con el Palacio Museo de Jovellanos en primer lugar; yo entré porque no sabía si cuando hiciéramos la visita tendríamos tiempo de verlo.
Después de un largo paseo por esa parte de la Villa, me dije que, para ver un poco más, podía ser una buena idea volver al hotel en autobús; volví al paseo donde había visto un par de paradas; cuando llegaba a la primera, coincidió que llegaba un autobús; le pregunté al conductor cuál debía coger y me dijo que ése mismo; un muchacho me preguntó si conocía Gijón, yo le dije: "esta mañana a las cinco estaba en la provincia de Teruel"; entonces él se ofreció a indicarme dónde me debía bajar.
Me fue comentando las cosas que íbamos viendo al mismo tiempo que me preguntaba cosas de Teruel; me dijo que hace un par de años sus padres lo llevaron a ver Dinópolis; en tan buena compañía el recorrido se me hizo muy corto; cuando bajamos del autobús, aunque le dije que esa calle ya la recordaba, me acompañó hasta la esquina del hotel y se volvió: había dejado el autobús una parada más tarde de lo que le correspondía por acompañarme. Eran casi las ocho. Ya había algunos compañeros esperando la hora de la cena. Otros aún no habían regresado.
Tan pronto abrieron el comedor entramos para evitar las aglomeraciones que se formarían después.
Durante el camino el guía nos explicó que el museo se dividía en dos partes:
Domingo 1 de mayo
Hoy, como consecuencia del cambio de planes de ayer, madrugamos un poco menos porque esta mañana nos toca visitar Gijón.
Nos da tiempo visitar todo el recinto: la basílica, la gruta con la tumba de don Pelayo, el museo y, como de nuevo arrecia la lluvia, el bar donde nos quedamos hasta que vemos llegar nuestros autobuses.
Al regresar, tal como nos habían dicho los guías, paramos en Cangas de Onís, dejamos los autobuses en la estación y vamos a recorrer la villa; es una calle larga con tiendas a ambos lados (como Andorra la Vella pero en muy pequeño). Vamos hacia el puente con la cruz que habíamos visto al pasar (prácticamente lo único monumental)
Pasamos una hora recorriendo la población; regresamos al hotel y, como ya ha parado de llover, salimos a dar un paseo hasta la hora de la cena.
Después de cenar salimos a dar el último recorrido por Gijón.
Lunes 2 de mayo
Madrugamos para emprender el viaje pronto; discurre sin ninguna incidencia, sólo las paradas de rigor.
Llegamos a comer a Logroño; comemos también en un autoservicio pero la mesas para los servicios está en el centro por lo que se organiza más rápido y mejor que en el hotel.
Después de comer nos da tiempo a dar un pequeño paseo por Logroño
El resto del viaje se hace muy tranquilo, la mayoría de los viajeros optan por una buena siesta hasta Zaragoza.
Terminamos nuestra aventura sobre las ocho. ¡A esperar la próxima!
Después de un largo paseo por esa parte de la Villa, me dije que, para ver un poco más, podía ser una buena idea volver al hotel en autobús; volví al paseo donde había visto un par de paradas; cuando llegaba a la primera, coincidió que llegaba un autobús; le pregunté al conductor cuál debía coger y me dijo que ése mismo; un muchacho me preguntó si conocía Gijón, yo le dije: "esta mañana a las cinco estaba en la provincia de Teruel"; entonces él se ofreció a indicarme dónde me debía bajar.
Me fue comentando las cosas que íbamos viendo al mismo tiempo que me preguntaba cosas de Teruel; me dijo que hace un par de años sus padres lo llevaron a ver Dinópolis; en tan buena compañía el recorrido se me hizo muy corto; cuando bajamos del autobús, aunque le dije que esa calle ya la recordaba, me acompañó hasta la esquina del hotel y se volvió: había dejado el autobús una parada más tarde de lo que le correspondía por acompañarme. Eran casi las ocho. Ya había algunos compañeros esperando la hora de la cena. Otros aún no habían regresado.
Tan pronto abrieron el comedor entramos para evitar las aglomeraciones que se formarían después.
Poco a poco fueron llegando todos; algunos me comentaron que no me habían visto en toda la tarde; yo les dije que nada más comer me había ido a ver Gijón y les comenté algunas de las cosas que había visto.
Terminé de cenar y salí al bar del hotel a tomar café. Poco a poco fueron terminando y nos íbamos juntando para salir a conocer Gijón de noche. Yo me entretuve preguntando en recepción por los autobuses que había para regresar al hotel por la noche; así me enteré de que a partir de medianoche sólo había uno que llamaban BÚHO y la recepcionista me marcó en el mapa el lugar de dónde salía.
Bajamos andando; la verdad es que hacía una noche muy agradable; encontramos un sitio en la playa de Poniente que nos gustó y entramos; estaba muy bien; era grande, elegante (uno de los nuestros le llamaron la atención por la gorra) y con muchos empleados de ambos sexos; estaban empezando a montarlo; yo creo que nos dejaron entrar porque vieron que íbamos mucha cuadrilla y debieron pensar que les íbamos a arreglar la recaudación de la noche.
Como estábamos a gusto nos quedamos allí hasta las... (bueno, eso queda como secreto del sumario).
Cuando decidimos volver al hotel, algunos preguntaron dónde había que coger el autobús; dije que yo lo sabía; realmente la plaza de la que salían estaba muy cerca y yo había pasado por allí esa tarde; llegamos en cinco minutos; el autobús también se portó bien y no nos hizo esperar, llegó enseguida.
Cuando llevábamos un rato, todos comenzaban a preguntar si alguien sabía en qué parada teníamos que dejar el autobús; yo confiaba en mi sentido de la orientación, pero también tuve suerte: cuando yo dije que sería la próxima, un joven me preguntó dónde íbamos, se lo dije y me lo confirmó. Desde la parada llegamos al hotel en cinco minutos.
Sábado 30 de abril
Hoy nos han cambiado el programa; en principio teníamos previsto dedicar la mañana a visitar el santuario de Covadonga, con subida a los lagos y visita a la histórica ciudad de Cangas de Onís pero los guías que nos han asignado nos han dicho que no se podía hacer hoy porque está lloviendo mucho y hay niebla en los lagos por lo que no se podría ver nada así que esta excursión la dejaremos para mañana; hoy vamos a ver Oviedo y por la tarde iremos a ver la zona minera de la Cuenca del Nalón con su museo.
Al llegar a Oviedo nos esperaban dos guías que nos acompañarían por la ciudad (uno para cada autobús). A nosotros nos tocó uno muy divertido. Primero nos hizo un recorrido por la ciudad con el autobús para que tuviésemos una vista general de lo más importante de ella; luego, ya a pie, nos enseñó lo más importante de la ciudad: la catedral, el centro con la zona del mercado...
La verdad es que acertamos aplazando la excursión a Covadonga porque estuvo lloviendo casi todo el día (a ratos muy fuerte).
Después nos dieron algo más de una hora de tiempo libre para pasear por Oviedo y poder hacer compras el que quisiese; pasado ese tiempo regresamos a Gijón para comer (salieron los dos autobuses con una diferencia de quince minutos para no llegar todos juntos al comedor).
Después de comer nos enredamos poco porque había algo más de una hora de viaje para ir a la zona minera de la Cuenca del Nalón y el museo de la minería.Durante el camino el guía nos explicó que el museo se dividía en dos partes:
- Una consistía en un edificio en el que a lo largo de varias plantas se distribuían elementos propios de las minas como maquinaria, herramientas, paneles informativos, enfermería, lampisteria...
2. La segunda consistía en una reproducción de una mina hecha a dos metros de profundidad a la que se accedía por un ascensor; para entrar se nos dividió en dos grupos como ocurre en el de Escucha
Yo, la verdad, me sentía un poco escéptico pensando en los nuestros (los de Escucha y Utrillas) y el resultado fue como esperaba:
La parte que podemos llamar de exterior, como dispone de mucho espacio, está bastante bien; muestra una exposición de la minería asturiana muy completa.
En cuanto a la reproducción de la mina, para las personas que no han visto una mina de verdad está bastante aceptable y la persona que nos acompañó (antiguo minero, no hay duda) lo explicaba muy bien; pero para los que hemos visto la de Escucha no se puede comparar; yo se lo decía a algunos "¡que vengáis a ver esta mina de imitación en Asturias y aún no hayáis visto la de Escucha que es auténtica...!"
La verdad es que creo que los ayuntamientos de Escucha y Utrillas deberían ponerse de acuerdo y ofrecer la visita a los dos museos juntos.
Pero, bueno que me voy del tema.
Cerca de las seis, una vez concluida la visita emprendimos el regreso a Gijón. Había dejado de llover.
Salimos a dar una vuelta hasta la hora de la cena; al volver al hotel algunos comentaron que habían encontrado un camarero de Calanda y las chicas de Montalbán comentaron que habían encontrado a una de Palomar.
Después de cenar, como no, volvimos a disfrutar de la noche de Gijón
Esta vez bajamos en autobús y subimos andando (sigo sin recordar la hora de regreso)
Domingo 1 de mayo
En el autobús, el guía aprovecha para preguntarnos quién quiere subir a los lagos porque se debe reservar aparte (se sube con los autobuses de una compañía que tiene la contrata); nos apuntamos todos.
Nuestros guías nos llevan, en primer lugar a ver la Universidad laboral; la visita vale la pena. Luego, un recorrido por los alrededores para que veamos sus paisajes y acabamos en el centro de la Villa para hacer un pequeño recorrido antes de volver al hotel
VISTAS DE LA UNIVERSIDAD LABORAL
OTRAS VISTAS DE GIJÓN
Vamos a comer pronto porque los guías han reservado la excursión a los lagos y hay que ser puntuales; por el camino, como siempre, nos van contando cosas de los lugares por los que pasamos; en Villaviciosa nos resalta que la carretera atraviesa un túnel que pasa por debajo de la Ría.
Pasamos por Cangas de Onís sin detenernos (el guía nos dice que al regreso pararemos un rato); la villa que fue primera capital histórica del reino astur, actualmente se reduce a tiendas para los turistas.
Llegamos al santuario de Covadonga; nos confirman que, aunque llueve, no hay niebla por lo que se puede subir a los lagos; hacemos un poco de tiempo por allí hasta la hora que nos han dicho y poco después emprendemos la subida; como la carretera es muy estrecha y con muchas curvas se sube en unos autocares de 19 plazas (también nos cruzamos con alguno más grande); la subida es muy bonita entre aquellos valles y barrancos. a los lados se ven muchas vacas sesteando que no nos hacen ningún caso.
Se dejan los autobuses en una zona de aparcamiento junto a un bar (aquí es donde han llamado para preguntar si se podía subir) y continuamos la ascensión a pie por un camino muy bien empedrado.
Las vistas, lo mismo durante la subida que una vez arriba, son espectaculares, incluso encima de los lagos todavía quedan algunos montes con nieve.
Aunque no para de llover, como no lo hace muy fuerte se está bien; nos enredamos un poco allí arriba gozando de los paisajes. Empezamos a bajar cuando vemos que también lo hace la niebla; parece como si nos hubiese estado respetando; cuando llegamos a los autobuses apenas se ve a unos metros.
Regresamos al santuario donde estaremos algo más de una hora.
Nos da tiempo visitar todo el recinto: la basílica, la gruta con la tumba de don Pelayo, el museo y, como de nuevo arrecia la lluvia, el bar donde nos quedamos hasta que vemos llegar nuestros autobuses.
Al regresar, tal como nos habían dicho los guías, paramos en Cangas de Onís, dejamos los autobuses en la estación y vamos a recorrer la villa; es una calle larga con tiendas a ambos lados (como Andorra la Vella pero en muy pequeño). Vamos hacia el puente con la cruz que habíamos visto al pasar (prácticamente lo único monumental)
Pasamos una hora recorriendo la población; regresamos al hotel y, como ya ha parado de llover, salimos a dar un paseo hasta la hora de la cena.
Después de cenar salimos a dar el último recorrido por Gijón.
Lunes 2 de mayo
Madrugamos para emprender el viaje pronto; discurre sin ninguna incidencia, sólo las paradas de rigor.
Llegamos a comer a Logroño; comemos también en un autoservicio pero la mesas para los servicios está en el centro por lo que se organiza más rápido y mejor que en el hotel.
Después de comer nos da tiempo a dar un pequeño paseo por Logroño
El resto del viaje se hace muy tranquilo, la mayoría de los viajeros optan por una buena siesta hasta Zaragoza.
Terminamos nuestra aventura sobre las ocho. ¡A esperar la próxima!
Creo que ya podemos darlo por terminado, salvo retoques
ResponderEliminarGraciasssssssssss, Juanjo, por hacernos revivir el viaje.
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